Rastro de vos.


Es de noche y llueve demasiado. Estoy caminando a casa no se muy bien por donde, esta vez me baje antes del colectivo para cambiar de camino.

Tengo frío en las manos, están congeladas y los dedos me duelen.

Pienso mientras camino: te voy pensando, tus labios, tus ojos, tus brazos.

Me doy cuenta que hace semanas que no sé nada de vos. Empiezo a contar con estos dedos doloridos y no son semanas sino meses, meses que se entrelazan y aparean... y ya son dos años. Dos años que se escapan, que nos distancian, que borran cual goma escurridiza todas tus imágenes.

Me detengo derrepente para esperar cruzar la calle. Siento un poco de angustia pues eso de cuantificar el tiempo nunca me jugo a favor. Me dejo mojar por la lluvia, sigo esperando hasta que el agua invada toda mi ropa.

Allí parada y empapada, mire el cielo nebuloso y aprovechando que las lágrimas se confunden con las gotas, no me seco el rostro y lloro en libertad.

Veo el cartel de las calles y allí estoy...inconcientemente a una cuadra de tu casa.

A metros de poder verte.Camino en tu dirección con el corazón palpitando a ritmo exagerado.

Me poso en tu puerta y deambulo en el timbre. Espero unos segundos y la cobardía incontrolable no me deja tocar.
Beso la puerta, me asiento en ella como si ese pedazo de madera significara algún rastro de vos. Beso la puerta e imagino que del otro lado esta tu mundo. Estas vos allí sentado viendo televisión o leyendo, bañandote o durmiendo, estas vos y tus cosas, estas vos.

Y yo ahí detrás de esa maciza madera con los latidos en la mano, ruego para que mi perfume te impulse a preguntar que hay del otro lado.

Pero vos no indagas y yo nunca voy a tocar. Me voy así, dejando tu mundo detrás de la puerta, y llevando conmigo el sabor amargo de tener que volver, por lo menos una vez al mes, a intentar lo que hace dos años todavía no puedo lograr.