Subir cuesta arriba descalzo
sobre un asfalto de vidrio,
es así que se siente
intentar tu perdón.
Arrodillarse y pararse
trescientos sesenta días incontables,
sucesivamente e indeseables.
Como tener la boca seca,
y la lengua perpleja,
de tanto implorarte
que des de beber
a mi sed inconstante.
Secarse las lágrimas con fuego,
y tener de disparo cada latido,
históricos y confundidos.
Llorarte con ácido
y sentirte en la piel:
perforar y enloquecer.
Como si la fe me esquivara,
y la parca me encontrara.
Como si yo buscara pero no me animara.
Y si la suerte me acompañara…
tal ves mañana pueda,
Correr hasta tu casa.
Cantar una canción.
Y decirte que te amo.