Elixir biliar

Ella se dibuja en espejos, tiene la convicción de que la belleza es su dios.
Se idealiza y crea. Vive una historia paralela que le da algo de sentido a su mente esquiva.
Tiene una meta, un fin que requiere de esta exigente metamorfosis.
Se mira, se odia. Desea mil veces haber nacido en otro cuerpo. Se maldice mil veces más por no poderse controlar.
Tiene una guerra interna que marca su infelicidad, no lo demuestra.
Se disfraza de cuerda y se evita, todo el tiempo se evita.
Ella tiene un pecado capital: cada mordisco vital es un puñal a su dignidad, es un alimento asesino que le socava el cerebro.
No come. Intenta no comer, pero cuando cae en ese hecho vulgar se desata de sus cadenas mentales y engulle como si el mundo terminara mañana.
Luego de cada exabrupto la culpa invade capa parte de su cuerpo. Siente asco. Se mira en el espejo y se avergüenza. Asco. Se golpea. Se rasguña las piernas. Se perturba el rostro. Entonces introduce sus dedos en la garganta: los mete, los saca; una, dos, tres veces… hasta que al fin llega la primer arcada.
Vomita, siente como su estomago se contrae, siente como la culpa ahora semi sólida va atravesando su faringe. Vomita…hasta que el liquido amarillo le indica el final, como si la bilis fuera el elixir bendito que indica la conclusión de este ritual perpetuo.
Mira al inodoro, se siente limpia. Se siente libre. Se lava la cara y los dientes.

Ella se vuelve a mirar al espejo, se odia porque sabe… que seguirá repitiendo la escena hasta que algún día su cabeza logre por fin amar a su cuerpo.

2 comentarios:

Leandro dijo...

Tremendo.

Breviario de Podredumbre: dijo...

Durísimo.
Muy buena tu descripción, muy detallado.